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Caminar a ritmo moderado todos los días es una de las formas más efectivas de promover la salud prostática. Este ejercicio cardiovascular mejora la circulación en la región pélvica, ayuda a controlar los niveles de glucosa en sangre y reduce la inflamación sistémica. Diversos estudios muestran que los hombres que caminan al menos 3 horas por semana tienen menos síntomas de hiperplasia prostática benigna.
Los ejercicios de Kegel fortalecen los músculos del suelo pélvico, especialmente el músculo pubocoxígeo. Son altamente recomendados para hombres con problemas de incontinencia urinaria o tras procedimientos quirúrgicos como la resección prostática. Además, estos ejercicios mejoran la calidad de la erección y la resistencia durante las relaciones sexuales, favoreciendo así la función urogenital integral.
El entrenamiento de resistencia con pesas moderadas o el propio peso corporal ayuda a reducir la grasa abdominal, que está estrechamente relacionada con desequilibrios hormonales y mayor riesgo de inflamación prostática. Realizar sentadillas, flexiones o ejercicios con bandas elásticas mejora el tono muscular sin presionar directamente la región prostática.
El yoga, además de ser una herramienta para reducir el estrés —que agrava muchos síntomas urológicos—, incluye posturas que estimulan directamente la circulación hacia la pelvis. La postura de la mariposa, el puente y el perro mirando hacia abajo activan y liberan la tensión de la zona perineal. Practicar yoga dos o tres veces por semana puede aliviar molestias y mejorar la calidad de vida.
Subir escaleras, andar en bicicleta con sillín anatómico o nadar suavemente también son ejercicios útiles si se ejecutan con precaución. La clave está en evitar la presión prolongada sobre el perineo. Estas actividades mejoran la resistencia cardiovascular, apoyan el metabolismo hormonal y mantienen en movimiento la musculatura implicada en la función prostática.