22 Jun, 2025

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Caminar a paso firme durante al menos 30 minutos al día es uno de los ejercicios más recomendados para mejorar la salud de la próstata. Esta actividad favorece la circulación en la región pélvica, disminuye la inflamación sistémica y ayuda a controlar el peso corporal, reduciendo así el riesgo de hiperplasia prostática benigna (HPB) y otros trastornos relacionados.

Los ejercicios de Kegel son fundamentales para fortalecer los músculos del suelo pélvico, lo cual repercute directamente en el control urinario y la función sexual. Estos ejercicios consisten en contraer y relajar los músculos pubocoxígeos, y son especialmente útiles para hombres que sufren pérdidas de orina o molestias tras una cirugía prostática.

El entrenamiento con pesas o ejercicios de resistencia mejora la sensibilidad a la insulina, regula los niveles hormonales y reduce el exceso de grasa abdominal, todos factores que inciden en la salud prostática. Además, mantener una masa muscular adecuada ayuda a preservar un perfil hormonal más favorable, reduciendo el riesgo de crecimiento prostático anormal.

El yoga y el pilates no solo proporcionan flexibilidad y tono muscular, sino que también reducen el estrés crónico, un factor que puede agravar los síntomas de las afecciones prostáticas. Posturas como la del puente, la mariposa o la torsión espinal estimulan la circulación pélvica y ayudan a liberar tensiones acumuladas en la zona lumbar y perineal.

Los estiramientos dinámicos enfocados en la cadera y la parte baja de la espalda, como los desplantes con rotación o las elevaciones de pelvis, pueden mejorar la movilidad del área pélvica y aliviar la presión sobre la próstata. Estos ejercicios son especialmente útiles para hombres con trabajos sedentarios o que pasan muchas horas sentados, ya que contrarrestan la compresión prostática prolongada.